La razón detrás de por qué los humanos se comportan de manera egoísta generalmente se divide en dos campos. Aquellos que creen que el egoísmo es una parte inherente de la naturaleza humana y aquellos que piensan que es un comportamiento elegido.
De cualquier manera, comprender nuestras tendencias hacia el egocentrismo puede ayudarnos a tomar decisiones más conscientes, mejorar nuestras relaciones y construir un mundo mejor. Después de todo, todos tenemos un poco de egoísmo en nosotros, por lo que vale la pena explorar sus orígenes.
Orígenes del egoísmo
Originalmente, el lado humanista del egoísmo afirmaba que había más en las elecciones humanas que la ambición egoísta que domina la opinión popular. Sin embargo, a fines del siglo XX y principios del XXI, la idea del comportamiento egocéntrico se volvió más generalizada.
La teoría egocéntrica se remonta a Leviatán de Thomas Hobbes, que argumentaba que los seres humanos son inherentemente egoístas. Pero fue en La riqueza de las naciones de Adam Smith, publicada en 1776, donde se cimentó la idea en la psique moderna. El libro introdujo los pilares de las prácticas económicas modernas y la idea de que el bienestar económico y social general se crea cuando los comerciantes actúan en su propio interés. La teoría de Smith, junto con la famosa teoría de la evolución de la elección de Charles Darwin, dio forma a la economía y la sociedad modernas en lo que conocemos hoy en día.
Desde una perspectiva clínica y puramente económica, se puede asumir y afirmar que los seres humanos son completamente egoístas. Estamos motivados por la ambición y la autopreservación. Tomemos, por ejemplo, el dilema del prisionero. Dos prisioneros acusados de delitos son colocados en habitaciones diferentes y se les dice que si ninguno confiesa, ambos cumplirán sentencias ligeras de tres años. Si uno confiesa mientras que el otro permanece en silencio, el que confiesa quedará en libertad mientras que el otro cumplirá una sentencia grave de diez años. Y si ambos confiesan, ambos recibirán sentencias moderadas de cinco años.
Ningún prisionero tiene idea de lo que el otro prisionero va a hacer. ¿Qué harías en esa situación? A primera impresión, muchas personas admitirían de inmediato, sin darse cuenta de que podrían terminar con una sentencia de cinco años. Pero después de un estudio más detenido, los investigadores notaron que se establecía un patrón cuando se emparejaban jugadores repetidos: el «ojo por ojo», o más elocuentemente dicho, el «quid pro quo». Era ventajoso colaborar y trabajar juntos en parejas repetidas hasta cierto punto. El mismo comportamiento se observa en películas postapocalípticas, un grupo de inadaptados se reúne para luchar contra los zombis hasta que el grupo se separa.
Desglosando el egoísmo
Pero la pregunta no es qué tan egoístas son los seres humanos, sino por qué lo somos y si es más ventajoso ser egoísta. Desde una perspectiva psicológica, el egoísmo es un comportamiento percibido en nosotros mismos o en otros que surge cuando detectamos el deseo específico de beneficiar al yo y desconsiderar los deseos de los demás.
Cuando miramos a través de este marco, podemos comprender que el egoísmo es un acto percibido, un juicio rápido basado en un análisis de costo-beneficio percibido de una situación. Si aprovechas la situación, eres percibido como egoísta, y si no lo haces, se te percibe como altruista.
Aunque la sociedad fomenta los comportamientos egocéntricos, la biología y la psicología demuestran lo contrario. Muchas de tus elecciones no solo se crean dentro de tu mente racional, sino que también están moldeadas por tu esfera social y cultural, tus amigos, experiencias personales y entorno familiar. Pero la estructura de tu cerebro también las influye. La plasticidad neuronal del cerebro, así como su centro de recompensa, pueden influir en cuán egoístas o altruistas son nuestras elecciones. Los investigadores San y Gash descubrieron que el cableado neural para el procesamiento emocional diferencia a un psicópata de un altruista o una persona desinteresada.
Las elecciones y comportamientos egoístas o desinteresados se crean en el cerebro prosocial. Estos comportamientos se aprenden a través de la observación, se arraigan como parte de lo que somos y cambian según quien sea el destinatario. Por ejemplo, las personas tienden a ser altruistas con aquellos que están más cerca de ellos, como amigos. Curiosamente, los comportamientos altruistas surgieron de la necesidad de sobrevivir. La supervivencia y el éxito de los grupos grandes dependían de la falta de egoísmo de cada miembro. Además, nuestra propia biología fomenta estos tipos de comportamientos liberando oxitocina para garantizar la repetición de ese comportamiento.
Entender la distinción
Entonces, ¿cómo podemos distinguir el desinterés y el egoísmo? La clave está en entender la psicopatía. La disfunción del procesamiento emocional es una característica definitoria de la psicopatía. Los estudios han demostrado que los psicópatas carecen de la capacidad de reconocer las emociones en los demás, especialmente emociones como el malestar y el miedo. Este efecto atenuado hacia las emociones humanas es lo que puede impulsar un comportamiento egoísta. La red neuronal y el cableado para el procesamiento emocional suelen ser disfuncionales en los psicópatas, lo que explica el comportamiento egoísta.
Nuestra comprensión de la psicopatía, junto con los factores neurales y genéticos, nos ayuda a entender por qué los humanos son egoístas. Además, varios estudios añaden más factores para explicar por qué los humanos somos egoístas. Un estudio señala una variación genética del gen receptor de la oxitocina, mientras que otro estudio destaca el volumen del córtex anterior. Este marco neurológico nos permite comprender aún más que la empatía y la capacidad de reconocer las emociones en los demás son factores clave para determinar si nos comportamos o no de manera egoísta. Aunque la sociedad fomente los comportamientos egocéntricos al celebrar a los multimillonarios y el materialismo, muchos de nosotros estamos programados para ser altruistas porque la evolución nos ha mostrado que la cooperación grupal garantiza la supervivencia y el éxito.
Entonces, la pregunta real es: ¿somos todos más egoístas o desinteresados? Y cuál es mejor. Comenta tus opiniones a continuación.